Así es, al fábricar ¨Juguetes Rico¨ éstos modelos sín permisos parece ser que, Pegaso le dió un toque de atención, no hubo más y Rico por el detalle obsequio a la empresa con no se cúantos pero muchos ejemplares, que a su vez a todo en que en ese momento compraba un camión de verdad tambien se los iban obsequiando, ésto es lo que al ir a ver la fábrica ya Iveco nos contaron los responsables que habia en aquel tiempo en el Centro Historico Pegaso, al entrar en la oficina nos hicieron petición de las cámaras fotograficas y no se pudieron hacer fotos, pero yo ya habia visto alguna de las pocas maquetas que habia, entre ellas un gran trailer de Rico.
En Barreios ¨Juguetes Paya¨ no se si pidio permiso o no, pero tambien tuvo un detalle y repartio un buen número de ejemplares del barreiros con lona, éstos se repartieron entre algunos trabajadores con facilidades de pago, un modelo fué directamente a su fundador y que se ve en la mesa de su despacho.
Os adjunto un buen texto y fotos sacado de internet donde se explica algo de ello transmitiendo tambien la ilusión del protagonista.
Un saludo.
El camión Barreiros.
Por Luis Alonso-Vega (5 de Septiembre, 2008)
A los amantes de la juguetería o, mejor diría, a los que aún nos sentimos niños y disfrutamos con lo más sencillo y menos sofisticado, en tanto podamos tener espacio suficiente para «aparcar» lo que muchos llaman trastos viejos, no nos viene mal que, de vez en cuando, hagamos arqueo o inventario de todo lo guardado, y, a veces, hasta escondido, para que recordemos todas las piezas que hemos atesorado hace, como en este caso concreto que les voy a contar, «sólo» cuarenta y cinco años.
Creo que en alguna ocasión ya les dije que había trabajado en la distribuidora para Asturias de Barreiros Diésel (Autisa) y allí estuve tres años y un mes, con el recuerdo de un magnífico trato y aprendizaje y unos fabulosos compañeros. Bien, salvado el «prólogo», les cuento que un buen día se recibió de la fábrica -Villaverde, Madrid- un camión Barreiros de juguete, perfectamente hecho a escala, con motor eléctrico que funcionaba con pilas y con un volante en el mando a distancia para cambiar la dirección de vehículo. Recuerdo que, según contaban, en el mercado tenía un precio más elevado, pero a nosotros, por ser empleados, no sólo nos lo daban más barato, sino que lo pagábamos en cómodos plazos, algo así como 30 o 50 pesetas al mes. Ya no sé si fui el primero en pedirlo, pero, si no, seguro que fui el segundo.
El camión, tal como se ve en la fotografía, realmente aún está en rodaje, por haberlo guardarlo yo con tanto celo a mis 20 años y apenas jugar, salvo de muy tarde en tarde. Hoy, dicho motor eléctrico está, lógicamente, agarrotado, y cualquier día próximo lo llevo al «Hospital del juguete» para que me lo pongan «en órbita» y, de ciento en viento, pueda jugar con él. En su también caja original, guardo el tique de Payá Hermanos, S. A., la famosa compañía de juguetes que lo hizo, con el número de empleado que lo montó: el 354.
Pero lo que antes les dije del olvido no es ninguna broma ni hacerme el interesante, no. Hace como unos cuatro años, fui a ver la exposición de motores y vehículos que tiene la Fundación Eduardo Barreiros y, ¿qué creen ustedes que allí me encontré? El mismo camión de juguete que yo tenía guardado sabe Dios dónde y, en aquel momento, hasta olvidado. En dicha exposición se mantiene la mesa de despacho del propio don Eduardo y, encima de ella, «mi» camión. Pedí permiso, lo cogí, apreté el mando de su marcha hacia delante y el camión anduvo perfectamente. Era verano, hacía un calor sofocante, pero yo sólo sentí la emoción de la añoranza, del buen recuerdo y el tener entre mis manos un juguete, como un niño corriente, que el mismo Eduardo Barreiros había tenido en su despacho. Lo que les digo a ustedes con harta frecuencia: ¡Cuántas «Lunas de verano» han pasado desde entonces! Y todo ello emociona.


